martes, 25 de febrero de 2014

La resiliencia y el duelo

Como ya avancé en la última entrada, "La predisposición al cambio", toca hablar hoy de la resiliencia, un término procedente de la física y relativamente nuevo en lo que se refiere a la atribución que se le hace a las personas.

Si en el mundo de la física la resiliencia se define como la capacidad de un cuerpo para volver a su forma original tras haber soportado una fuerza externa, desde la psicología positiva entendemos la resiliencia como la capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y a situaciones adversas.

Antes de continuar adjunto este vídeo que formó parte de la promoción del VII Congreso de Resiliencia en México 2011 en el que podemos leer otra definición del concepto.


Aunque este término es relativamente nuevo y seguramente para muchos desconocido hasta que accede a un escrito como este en el que se define con más detalle, no deja de ser un concepto estrechamente relacionado con el de “duelo”. Tras un acontecimiento traumático en la vida de una persona como el hecho de haber perdido a un ser querido, haber sido víctima de una vejación o haber perdido el empleo, las personas debemos hacer frente a un periodo de adaptación emocional conocido como duelo, el cual pasa por una serie de etapas:
  • Negación: en esta etapa te acaban de dar la noticia; te derrumbas y el mundo pierde sentido. Entras en un estado de shock y de negación de la realidad.
  • Ira: es necesario pasar por este segundo estadio, en el que cuanto más intensa sea tu ira más rápida será la superación. Entrar en ira es positivo pues significa que has salido del estado de shock.
  • Negociación: en este momento tienes la esperanza de que aún se puede evitar y el dolor se vuelve más espiritual, haciendo un pacto con Dios o incluso contigo mismo hasta que llegas al convencimiento de que todo saldrá bien y serás capaz de superarlo.
  • Depresión: la atención se desplaza al presente y el dolor se agudiza. Te consumes en una neblina y un silencio que te ayudan a meditar y a ir poco a poco aceptando la situación.
  • Aceptación: finalmente aceptas la permanencia en el tiempo de lo acontecido y el no retorno del pasado. Aprendes a vivir con la nueva realidad, encuentras el positivismo necesario para darle un sentido a la vida y seguir luchando por recuperar una estabilidad y, a ser posible, salir reforzado del proceso de duelo que has tenido que afrontar.

El que seas una persona resiliente, por lo tanto, no significa que no sientas malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades, sino que el ser resiliente se le atribuye a las personas que tienen la capacidad de hacer frente a los sucesos traumáticos y de adaptarse bien a lo largo del tiempo. Entre las características de una persona resiliente encontramos las siguientes:
    • Sabe aceptar la realidad
    • Cree que la vida sigue teniendo sentido
    • Tiene capacidad para mejorar
    • Identifica las causas de los problemas para prevenirlos en el futuro
    • Es creativo/a y encuentra soluciones nuevas
    • Es optimista y realista. Visión positiva
    • Empatiza
    • Destaca por su alta autocofianza

La resiliencia varía mucho entre las personas y es por ello que encontraremos diferentes formas de aceptar una misma realidad. Del mismo modo, la duración del paso por las diferentes etapas del duelo varía mucho entre personas y en función de cuál sea la situación que les haya tocado vivir.


jueves, 13 de febrero de 2014

La predisposición al cambio


“Cuando no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en cambiarnos a nosotros mismos” 

Esta cita de Viktor Frankl me lleva a la reflexión que hago en el artículo de hoy. Cuando las circunstancias externas (incontrolables por uno mismo) te superan, sólo existen dos formas de responder: tirar la toalla y sentirte vencido o luchar con el fin de adaptarte de la mejor manera posible a la nueva realidad, es decir, cambiar.

Para llevar a cabo cualquier cambio siempre el primer paso es realizar una introspección, mediante la cual tú mismo inspeccionas tu estado mental. Es necesario que en este proceso introspectivo se realice una autocrítica, porque sin autocrítica no puede haber cambio. Mediante ella podrás analizar cuál o cuáles son los puntos en los que más intensamente deberás trabajar para alinearte de manera eficaz a la realidad que te está tocando vivir.

Seguramente haya habido ocasiones en las que la vida te ha puesto al límite, trastocando de manera traumática tu rutina, tu estabilidad emocional y tu “ir tirando”. Y es ante esas circunstancias que, costándote más o menos, habrás sido capaz de aceptarlas al haber encontrado motivos por los que seguir luchando y, en definitiva, seguir viviendo. El haber sido capaz de encontrar estos motivos es el punto de rebote a partir del cual te adaptas a la nueva situación y, poco a poco, consigues alcanzar estabilidad en tu día a día.

Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austríaco que sobrevivió en varios campos de concentración nazis (entre ellos Auschwitz), plasmó su experiencia en la obra “El hombre en busca del sentido”, donde explica que hubo muchos prisioneros que perdían la fe en el futuro, se abandonaban y se convertían en sujetos del aniquilamiento físico y mental. Afirma, sin embargo, que muchos de aquellos que hicieron una maduración de la situación más espiritual y encontrándole un sentido al seguir luchando (por ejemplo, la esperanza de volver a casa donde sus familias les estarían esperando), consiguieron sobrevivir a tal barbarie.

Externamente te pueden quitar todo: la dignidad, el dinero, la vivienda, la esperanza… pero nunca podrán quitarte tu capacidad de adaptación al cambio tras una situación dolorosa (o lo que es lo mismo la “resiliencia”, a la que en unos días dedicaré un nuevo artículo). 

En definitiva, la actitud de cómo reaccionas es sólo tuya y la voluntad de encontrar un sentido a lo que haces en particular y a la vida en general es lo que te permite continuar en momentos límites; en esos momentos en los que te llegaste a plantear si debías tirar la toalla.

Cuántas veces habremos oído y habremos dicho aquello de “no sé cómo reaccionaría yo en esa situación” y eso es una clara muestra de que nosotros mismos no nos conocemos al 100%. Y es que nuestra propia persona nos guarda un gran misterio, llegándonos a veces a sorprender cuando comprobamos que verdaderamente somos mucho más fuertes de lo que creíamos.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuidar del equipo humano es la clave del negocio

Partiendo de la base de que detrás de los rendimientos de las empresas, de las tecnologías, del manufacturado e incluso de la imagen está el equipo humano, nunca bajo ninguna circunstancia se debe olvidar que el cuidado de éste debe ser la máxima prioridad.

Atender las peticiones del personal, sobre todo escucharles y darles el feedback (tangible o emocional) que pudieran estar solicitando, es necesario si queremos tener un equipo motivado y orientado a la consecución de los objetivos empresariales. Pero para que los empleados estemos orientados hacia unos objetivos comunes y alineados con la estrategia empresarial, antes debemos tener cubiertas ciertas necesidades (llamémosle también objetivos) personales.

Introduzco aquí la famosa Pirámide de Maslow cuya idea básica es que, mientras no queden cubiertas las necesidades de la escala inferior no pueden cubrirse las de la escala inmediatamente superior. Como empleados y personas que somos necesitamos tener cubiertas las necesidades fisiológicas (comer, dormir…) seguidas de unas necesidades de seguridad (hogar, salud, empleo…) para ir prosperando hacia las escalas superiores de la Pirámide. Entran en juego después las necesidades sociales (amistad, inclusión grupal, aceptación, ser escuchado…) y las de estima (atención, aprecio, reconocimiento, logros…), sin las que como empresa no podríamos llegar a lo que se necesita para ser competente y competitiva: tener empleados autorealizados, es decir, motivados, creativos, resolutivos y proactivos.



Es por tanto necesario tener muy presente que cada empleado puede estar en uno u otro estadio de esta pirámide y que por lo tanto hay que atenderles individualmente en función de la necesidad que cada uno manifieste. Si como empleado estoy necesitando/solicitando formación, aumento salarial, reconocimiento del trabajo bien efectuado, buen trato y respeto, la empresa primero debe poner todos los esfuerzos para escucharme. Segundo, deberá valorar mi petición y poner sus recursos disponibles para satisfacerla en la medida de lo posible y si ésta es merecida. Y en tercer lugar, deberá comunicarme la decisión tomada y argumentarla.

Estamos en un momento en el que se ha abusado (siempre hablando en términos generales) de los trabajadores, muchos de los cuales no han percibido avance en la cobertura de sus necesidades. Cierto es que todos debemos dar gracias de tener o mantener un empleo, pero en demasiadas ocasiones las medidas que se han tomado han afectado a los colaboradores de base en la escala jerárquica dejando intocables a los de escalas intermedias y superiores. En aquellas empresas donde se ha llevado a cabo tal antigestión del talento la crisis económica externa dará paso a una crisis de talentos interna, porque serán estos trabajadores con alto potencial quienes verán nuevas oportunidades en el exterior y no se lo pensarán dos veces ante una oportunidad de poder alcanzar sus objetivos personales que en su empresa actual no fueron capaces de encontrar.

Las empresas deben ser proactivas y no pensar sólo en el hoy, sino tener en cuenta también el mañana. Pensando en ello se sabrá que los mejores empleados no se suelen ir de una empresa por un mejor salario, sino que muchas veces lo hacen en busca de un mejor ambiente laboral, de un plan de carrera o de un lugar en el que simplemente se les escuche.

Reconocer el trabajo bien hecho, escuchar y empatizar de igual manera que te gustaría que lo hicieran contigo, respetar las opiniones de los demás, alegrarte de los éxitos de los otros y felicitarles, comunicar y compartir el conocimiento, sonreír y ser cordial, no son habilidades que deban plantearse como convenientes sino como necesarias. Todos queremos ganar y, afortunadamente en la vida, un gano yo – ganas tú (win-win) siempre es posible.