miércoles, 27 de mayo de 2015

Procura dejar huella en los demás, no cicatrices

Cuando hablamos de marca personal lo hacemos refiriéndonos a la impresión que causamos en los demás y a la huella que dejamos en sus memorias cuando nos recuerdan.

Por supuesto, una marca personal no debe entenderse siempre en términos positivos. El hecho de que alguien tenga una potente marca personal no significa que sea una persona admirada, una persona carismática o alguien que desborda bondad y buena praxis. Ejemplos de personalidades como Adolf Hitler, Benito Mussolini y Osama Bin Laden encabezan los rankings de personalidades que han pasado a la historia por tener una marca personal potente, pero negativa, al menos para la gran mayoría de la humanidad.

Nosotros los anónimos, que también tenemos nuestra marca personal, nos distribuimos sin duda en toda esa retahíla de adjetivos que van desde el más perverso hasta el más bondadoso en cuanto al branding se refiere. Nuestros valores, creencias, estilos de comunicación, comportamientos, así como nuestros rasgos de personalidad influyen en la confianza y agrado que trasmitimos a los demás y en la marca que nos caracteriza.

Mientras que posicionar una marca personal es un proceso difícil (requiere medición, establecer objetivos a alcanzar, identificar puntos distintivos y potenciarlos), el llegar a destruirla es algo relativamente fácil y rápido teniendo en cuenta la fragilidad existente en las escalas de valores, apreciaciones, percepciones y opiniones de las personas, quienes constantemente opinamos sobre las marcas personales de los demás (qué nos inspiran, qué nos generan, qué sentimos al tenerles presentes…). Cualquier error relevante que no vaya en consonancia con lo que representamos como marca puede hundir a ésta en cuestión de segundos y tirar por la borda todo el trabajo y esfuerzo que hayamos invertido en su proceso de construcción.  

Las emociones y los sentimientos negativos generados en alguien como consecuencia de la conducta de otro, la cual resultase discordante con la percepción que sobre él o ella tenía, suelen dejar tal calado en la memoria que se convierten en imborrables. Aunque a partir de ese momento esa otra persona ponga todo su empeño por solventar el error cometido, el desengaño o sufrimiento generado habrá dejado un sentimiento difícil de olvidar y fácilmente evocable ante cualquier nuevo error, por insignificante que sea.

En definitiva, si conseguimos dejar la huella que deseamos en los demás habremos dado un gran paso en nuestro proceso de construcción de marca, pero no debemos relajarnos ni olvidar que a partir de ese momento hay que seguir cuidándola, trabajándola y perfilándola según se requiera, incluso después de haber alcanzado el objetivo por el que se puso empeño en potenciarla. Es indiscutible que un error que sea incoherente con la marca que tratamos de transmitir la va a distorsionar consiguiendo que en vez de dejar huella provoque heridas que darán lugar a cicatrices, que por definición, son prácticamente imposibles de borrar.

lunes, 18 de mayo de 2015

Tu presencia en las redes sociales profesionales

Desde hace ya unos años vivimos en un ir y venir de nuevos acontecimientos y nuevos hitos que marcan un antes y un después en nuestras formas de vivir. La crisis ha traído consigo una avalancha de cambios constantes que nos obligan a salir más a menudo de lo que estábamos habituados de nuestras zonas de confort. Cambios en el sistema educativo, en el sanitario, en el laboral, en las pensiones, en el consumo… que se juntan a los rápidos avances que por evolución y desarrollo ya venían siendo habituales desde finales del siglo XX, como por ejemplo en el mundo de las tecnologías.

Esta situación cambiante en nuestra cotidianeidad nos obliga en cierto modo a utilizar nuevas herramientas que potencian nuestras relaciones sociales y nos ayudan a presentarnos y publicitarnos como profesionales.

¿En qué red social me conviene estar? ¿Con qué frecuencia tengo que utilizarlas? ¿Qué finalidad persigo con la presencia en estos medios? A estas y otras preguntas tienes que responderte antes de iniciar el alta en un nuevo entorno social 2.0.

Analicemos tres redes sociales en las que creo que deberías estar si lo que pretendes es tener actualizadas aquellas novedades y contenidos más vinculados con tu orientación profesional; si también quieres ser más visible para aquellos contactos que pueden ser claves en tu búsqueda de empleo o en tu búsqueda de candidatos; y si además quieres ampliar tu CV mostrando más en real y al día cuáles son tus capacidades y tus conocimientos.


Twitter refleja tu interés y personalidad a través de a quién sigues y qué tipo de contenidos compartes. Te permite relacionarte con otras personas, aunque cada cual hace un uso distinto de la aplicación: hay quien sólo lee lo que otros dicen, hay quien explica al detalle todo lo que hace, quien se limita a compartir el contenido que otros escriben, quien aporta opiniones e información ampliada sobre un tema, etc.

LinkedIn es la red profesional más extendida. En ella, literalmente, cuelgas tu CV. LinkedIn también te permite compartir contenidos (normalmente de calado más profesional que Twitter). Puedes y conviene tener contactos acordes a tus inquietudes profesionales con quienes puedas generar sinergias que permitan mantenerte al día de las novedades profesionales y de las ofertas y demandas de empleo que surgen en tu sector.

Blogger y Wordpress son las herramientas donde tu marca personal queda mejor reflejada pues en ella eres tú quien decide el formato, quien pone en marcha la creatividad y estilo propios y quien decide qué y cuándo publicar. En un blog el contenido que publicas plasma tus conocimientos, tu capacidad de síntesis, tus cualidades, tus gustos y opiniones; en definitiva, va mucho más allá que un CV pues deja entrever rasgos más intangibles de tu personalidad.

Estar activo en las redes sociales es importante si tu objetivo es precisamente no pasar desapercibido. Los tres tipos de herramientas te permiten dar cuerpo y músculo a tu marca personal y profesional, ayudando a abrir nuevos caminos por los que la comunicación que emites a los demás sea elaborada y gestionada exclusivamente por ti tanto en contenidos como en frecuencia.

miércoles, 6 de mayo de 2015

5 hábitos para ser más productivos

En esta ocasión te aconsejo sigas estos comportamientos que para mí son fundamentales a la hora de buscar la productividad en mí mismo. Hay que ser autocríticos y en ese difícil ejercicio debemos ser capaces de mirar en qué aspectos podemos mejorar para lograr lo que esperamos y lo que esperan de nuestro desempeño en el lugar de trabajo que ocupamos.

1. No pienses que eres imprescindible.

Los empleados somos prescindibles. Ante cualquier baja médica, vacaciones o rescisión de la relación laboral cualquier persona podrá cubrir tu puesto sin que el departamento o la empresa en la que trabajas tenga que cerrar sus puertas. No debes intentar acaparar todo, estar conectado las 24h del día con el mundo laboral y mucho menos hacer pensar a los demás que sin ti el trabajo no saldría. Con ello sólo vas a conseguir dos cosas: fomentar tu estado de ansiedad y dar a pie a los otros a que te exijan cada vez más, sobrepasando el límite de lo posible pues tú mismo les has hecho creer que eres el único capaz de sacar la faena adelante. Recuerda que eres empleado, pero también eres persona con vida social y familiar y con la necesidad permanente de cuidar tu salud.

2. Sé perfeccionista, pero de manera selectiva y no obsesiva.

El perfeccionismo es bueno, pero de manera controlada. Ser excesivamente autoexigente nos convierte en esclavos de lo que hacemos, porque sin darnos cuenta vamos subiendo progresivamente nuestro grado de exigencia, llegando a veces a situaciones en las que nos ponemos objetivos prácticamente inalcanzables y cayendo en una frustración permanente cuando así ocurre. Además, la autoexigencia mal gestionada nos lleva a exigir desmesuradamente también a los demás con todo lo que ello conlleva: mal clima laboral, poca empatía, conflictos innecesarios, mala imagen de cara al exterior, absentismo…

3. Demuestra eficacia y resolución de incidencias más que presencia en tu puesto de trabajo.

No por estar en tu lugar de trabajo más tiempo del debido eres mejor trabajador ni trabajas más que otro. Nadie pone en duda que en ocasiones tengamos que alargar nuestra jornada por una sobrecarga puntual de trabajo, pero no hay excusa ni motivos para que esto ocurra de manera frecuente. Si tienes que alargar tu jornada más de lo debido casi a diario piensa en cuál es el problema, quizás no te organices, quizás no todo lo que hagas sea verdaderamente urgente, quizás deberías delegar algunas tareas

4. Haz una cosa a la vez, pero atendiendo a lo que es urgente y a lo que es importante.

Para ayudarte con el punto anterior quizás te sirva antes conocer y aplicar la Matriz de Eisenhower. En ella se trata de anotar en cada cuadrante las tareas que realizas según sean tareas importantes versus no importantes y tareas urgentes versus no urgentes. Según se sitúe esa tarea podrás determinar si tienes que hacerla ya, si puedes posponerla, si tienes que delegarla o si es una tarea que quizás no tengas que realizar.


5. Arriésgate, equivócate y si te equivocas, corrige ¿por qué no?

La era paternalista y controladora ya quedó atrás. Tener que consultar todo lo que haces y ser simplemente ejecutor de lo que se te pide ya no debería ser tu forma de trabajar. Ahora toca pensar, probar, arriesgar, equivocarse, aprender y emprender. Es la era de la emprendeduría, de la innovación y de la creatividad, donde la marca (ya sea personal o empresarial) adquiere un papel fundamental para destacar con respecto a la competencia y ser el mejor, el preferido ante la elección final del cliente.