"El
maravilloso mago de Oz" es una de esas historias que nos muestra diferentes
aspectos de la personalidad humana que requieren de nuestra atención y trabajo interior permanente y continuo. El trabajo personal, que en muchas ocasiones
olvidamos por estar ocupados en otras cosas, es el que nos va a permitir
madurar y estar preparados ante las adversidades que puedan acontecer en
nuestras vidas.
Encontrar
el equilibrio entre lo emocional y lo racional es esencial para poder afrontar
nuestros miedos y para ser fuertes en situaciones que lo requieren,
permitiéndonos además echar un capote a aquellas personas de nuestro entorno
que la precisen.
Este
cuento con 115 años de historia narra las aventuras de Dorothy y su perro Toto,
que son arrastrados por un ciclón desde Kansas hasta el país de los Munckins. Para
poder volver a su casa Dorothy tiene que seguir un camino de baldosas amarillas
que le llevan hasta Ciudad Esmeralda, donde el poderoso Mago de Oz podrá
devolverla a Kansas. Por el camino va haciendo amigos que le acompañan en su
viaje con el propósito de pedir también al Mago algunos favores: el espantapájaros
deseoso de tener un cerebro, el hombre de hojalata, un corazón y el león
cobarde, que acude al Mago para pedirle valor. Cada uno tiene un motivo para ir
a Ciudad Esmeralda, pero ¿cuál de ellos es más importante?
Lo
principal de esta historia no es determinar quién tiene más o menos urgencia en
conseguir lo que desea o cuál de esos deseos es más urgente, porque seguramente
ninguno nos pondríamos de acuerdo en el orden de prioridades. Esto es así
porque cada uno tenemos unos motivos que pueden ser muy importantes, incluso
vitales para nosotros, pero no tienen porqué serlo para los demás. Lo realmente
importante es saber respetar la importancia que cada uno le da a lo que le
pasa, piensa o anhela, porque es ahí donde imperan valores como la empatía, la
humildad, la solidaridad…
Además
de esta primera conclusión que podríamos extraer de la moraleja de este cuento,
existe una segunda que subyace en el viaje a través de las baldosas amarillas,
las cuales representan el camino de la vida, del cambio y de la evolución de
las capacidades internas del ser humano. Esta segunda idea nos lleva a concluir
que muchas veces las cosas más importantes las tenemos por mucho que no sepamos verlas. Cuando los personajes llegan a Ciudad Esmeralda y se encuentran con el
Mago se percatan de que éste es un impostor y no puede concederles sus deseos.
Pero el Mago usa su psicología para hacerles ver que lo que están pidiendo, en
realidad, ya lo poseen. A lo largo del camino todos han realizado un trabajo
personal y han hecho uso de aquello que quieren ir a pedir al mago. El espantapájaros
ha ido tomando decisiones y aportando brillantes ideas sin ni siquiera haber
sido consciente de ello. El hombre de hojalata ha estado apoyando al grupo,
demostrando la parte emocional que supone no tener por falta de corazón. El león
ha ido demostrando poco a poco su valor, combatiendo su falta de seguridad en
sí mismo y su cobardía. Y Dorothy, que en Kansas estaba cansada del mundo
gris en el que vivía con sus tíos, ha sabido apreciar el valor de la familia y
el calor del hogar cuando se ha visto apartada de ello.
La
moraleja nos enseña que la mayoría de las veces depositamos en los demás lo que
en realidad es responsabilidad nuestra. Los personajes del cuento depositan en
el Mago la responsabilidad de hacerles felices cuando éste les conceda lo que
piden: volver a casa, un cerebro, un corazón o valentía; pero en realidad es
responsabilidad de cada uno de ellos el trabajo interior para conseguir lo que
desean. Además, con una visión integradora, todos los personajes pueden ser
partes de uno solo: el espantapájaros representando a la mente, el hombre de
hojalata a las emociones, el león al miedo que nos paraliza en muchos momentos
y la protagonista a la voluntad y la conciencia de valorar lo que tenemos antes
de que sea demasiado tarde. Los demás personajes representarían los agentes externos; así por ejemplo, las Brujas buenas y malas serían aquellas personas
que nos ayudan y aquellas que nos obstaculizan en nuestro día a día o el Mago
sería el ser superior al que creemos un gurú y salvador, pero que llegado el
momento costaría determinar su verdadera existencia, porque habiendo conseguido
lo que nos proponíamos, en definitiva, volvemos al punto inicial, es decir, a
la afirmación irrefutable de que sin un trabajo individual es imposible
alcanzar nuestra felicidad, porque nadie excepto nosotros mismos puede
obsequiarnos con ella.
muy cierto, depositamos en los demás lo que en realidad es responsabilidad nuestra, como ir a votar...
ResponderEliminarAsí es. Saludos!
EliminarAtemporal y asertivo análisis, adecuado para esta época de crisis mundial. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarExacto, aunque es una entrada que escribí hace ya algunos años, hoy recobra mucho sentido. Gracias por tu tiempo en leerlo y comentarlo.
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