lunes, 29 de febrero de 2016

La escucha activa se puede mejorar

La mayoría de nosotros sabemos que escuchar significa algo más que oír, incluso algo más que prestar atención. Oír es un acto pasivo y automático, mientras que escuchar implica una atención activa, que formula preguntas y sugiere respuestas, que se anticipa a la acción futura y que implica no sólo al conducto auditivo, sino también a todo el circuito del pensamiento.

Escuchar supone percibir e interpretar según nuestros conocimientos, experiencias, creencias, presunciones y sobreentendidos de los que somos prácticamente inconscientes.

Pocas personas son conscientes de la cantidad de tiempo que en su vida dedican a escuchar, de lo mal que lo hacen y de lo costoso que ello les resulta.

Según algunos estudios llevados a cabo a partir de la década de 1920 se sabe que entre un 70 y un 80% de nuestro tiempo lo dedicamos a la comunicación, acorde a los siguientes porcentajes:
  • 45% lo pasamos escuchando
  • 30% hablando
  • 16% leyendo
  • 9% escribiendo

Resulta sorprendente que la escucha, elemento de la comunicación del que mayormente dependemos, no reciba en la práctica la menor atención por parte de nuestro sistema educativo, mientras que la lectura y la escritura ocupan una posición predominante, incluso antes que la oratoria. Es decir, todo lo contrario de lo que debería ser.

La buena noticia es que siempre se puede aprender a escuchar mejor. Existe un modelo que ayuda a escuchar mejor al permitirnos detectar en qué parte del proceso erramos para poder mejorar. Se trata del Modelo S.I.E.R.
  • Sentir: es decir, oír. Percibir sensorialmente lo que otra persona está transmitiendo.
  • Interpretar: comprender lo captado.
  • Evaluar: es la importancia que tiene para uno lo que se ha interpretado. Intervienen aquí nuestros intereses y valores.
  • Responder: en función de la evaluación realizada damos una respuesta que puede ir en consonancia o no con la intención del emisor a la hora de exponer su mensaje.
Si nuestro error yace en la fase del Sentir, tendremos que dejar hablar al otro concentrándonos en lo que dice. En cualquier proceso de escucha siempre hay que hablar menos de la mitad de lo que se escucha (30% hablar, 70% escuchar).

Si detectamos que el problema lo tenemos en la Interpretación, tenemos que intentar no dejarnos llevar por las emociones ni los prejuicios hacia el emisor. Es una buena técnica la de parafrasear, es decir, repetir de manera resumida con tus palabras lo que el otro te está diciendo con el fin de comprobar que estás entendiendo su mensaje.

Cuando el error se comete en la fase de la Evaluación, seguramente se deba a que evaluamos mucho más por la forma en la que se dicen las cosas que por el contenido del mensaje. Es probable que el error sea en este caso del emisor, que está cuidando poco el cómo dice las cosas. Pero desde nuestro papel de receptores debemos centrarnos más en el qué que en el cómo para así evitar una incorrecta evaluación.

Si por el contrario erramos en la fase de la Respuesta, debemos saber que ésta es necesaria si queremos dar feedback a nuestro interlocutor sobre la receptividad y entendimiento de su mensaje, aunque esta respuesta no permita precisamente llegar a ningún acuerdo. Este es el momento de cambiar el rol y convertirnos en emisores de un nuevo mensaje.

En definitiva, influimos sobre la persona con la que estamos hablando y él o ella influye sobre nosotros, por lo que obtendremos una mejor comunicación en la medida que nos adaptemos más a nuestro interlocutor.


lunes, 15 de febrero de 2016

Párate, reflexiona y encuentra tu hueco

¿Te has planteado alguna vez que hay algo en lo que eres muy bueno?

Si no lo has hecho nunca, tómate un tiempo para hacerlo. Encuentra ese lugar y ese momento de soledad que te permita reflexionar. Yo necesito estar tumbado, en silencio y preferiblemente con luz tenue, ese es mi mejor ambiente para reflexionar. ¿Y el tuyo? ¿Sabes cuál es?



Una vez estés en disposición de meditar, abstráete de cualquier pensamiento que te bloquee y no te esté dejando fluir. Ahora es el momento de pensar en qué cosa te hace sentir feliz mientras la realizas y, cuando la hayas identificado, trata de ponerla en contexto.

¿Hay alguien a tu alrededor mientras ejecutas esa acción que te hace sentir feliz?

Puede no haber nadie a tu lado, porque la actividad no lo requiera. En ese caso trata de centrar todos los recursos en la actividad y en ti mismo. La actividad te llena y te permite conocerte mejor, aprovecha ambas oportunidades para ser feliz mientras detectas tus puntos fuertes y tus áreas donde deberías mejorar.

También puede ser que existan personas en ese contexto en el que realizas tu actividad. Conocidos o desconocidos, pero al fin de cuenta personas con las que compartes algo, aunque sólo sea el espacio y el tiempo, que ya es mucho. Piensa también en la actividad, en ti como ejecutor de la misma y, en este caso, también en cómo te estarán viendo esas personas con las que compartes escenario. Y del mismo modo, trata de detectar tus puntos fuertes y tus áreas de mejora para llegar al mismo objetivo: conseguir ser un poco mejor como hacedor de la actividad, como compañero y sobre todo como persona.

Quiero que pienses también en cómo te sientes cuando estás dejándote fluir por esa actividad que te hace sentir feliz. Seguramente tengas la sensación de que el tiempo no existe y de que todo es maravilloso. Acabas de ser consciente de que esa es una de tus válvulas de escape, en la que escapas del estrés de la ciudad, del trabajo, de la falta de tiempo, de los problemas familiares, de los personales…

Cuando tengas un mal día o una mala racha, céntrate en esa actividad o actividades que te hacen desconectar de todo lo malo que estás viviendo y, antes de caer enfermo, piensa que siempre es posible encontrar un hueco donde poder evadirse.

miércoles, 3 de febrero de 2016

No me digas quién eres, ¡demuéstramelo!

"Déjate de milongas"
"Mientes más que hablas"
"Ya me gustaría verte a ti en mi lugar"

No negarás que en más de una ocasión no te hubiera gustado soltarle esto a alguien. Y es que hay mucha gente bocaza, mucha gente que todo lo ve fácil desde el otro lado de la valla y encima se atreve a criticar el cómo lo hacen los demás. Del mismo modo, muchas personas de esas que decimos que no tienen abuela, se llena la boca de halagos y sobrevaloraciones a su propia persona, demostrando en realidad que las palabras se las lleva el viento y nunca se materializan en hechos.

Para tener un branding potente debemos ser capaces de demostrar lo que decimos que somos y no precisamente a través de la oratoria. Las acciones son las únicas que tienen peso en la credibilidad de lo que una marca personal vende. Es por eso imprescindible que midas mucho tus palabras para llegar a ser creíble y ser reconocido por los demás con el prestigio que deseas. Es importante mantener coherencia casi perfecta entre lo que dices y lo que haces, entre cómo dices que eres y cómo estás proyectando esa imagen en los otros.

Considero que esto es uno de los puntos más complicados y a la vez cruciales en cualquier momento del proceso de elaboración y comunicación de tu marca personal. Estamos rodeados de casos en los que una marca personal con años de prestigio y reconocimiento se ve hundida en lo más profundo del pozo tras un acto incoherente con la promesa o lealtad con las que en algún momento se quiso convencer a los demás. Por poner unos ejemplos en España, sin ir más lejos, Jordi Pujol (expresident de la Generalitat de Catalunya), Iñaki Urdangarín e Infanta Cristina (Duques de Palma y miembros de la Familia Real Española), Luis Bárcenas (extesorero del Partido Popular), Isabel Pantoja (cantante de copla), y cientos de alcaldes, ex cargos políticos, banqueros… imputados por fraude fiscal, han visto hundido o como mínimo deteriorado su branding.

En menor escala este tipo de incoherencias nos pueden afectar en una entrevista de trabajo, en una relación de pareja, entre amigos… por ello es muy importante no prometer más de lo que eres capaz de hacer. Sólo si estás convencido de que lo que vas a decir lo puedes demostrar, entonces hazlo; de lo contrario siempre es mejor callar.

Como reflexión sobre este tema sólo te pido que pienses algo. ¿Consideras que aquellas personas a las que más quieres son coherentes? ¿Buscas coherencia en aquellos a quienes eliges como amigos? ¿Decides la compra de un producto o servicio en función de lo coherente que es lo que publicita con lo que realmente ofrece? Cuando hayas contestado estas preguntas seguramente entiendas un poco más lo que los demás esperan de ti y la importancia de ser coherente en cualquier contexto de la vida.