lunes, 30 de mayo de 2016

Marca personal y Redes sociales: resolviendo ecuaciones de segundo grado

Lejos me queda la época en la que aprendí a realizar ecuaciones en clase de matemáticas. Quizás hoy me costaría poder resolver alguna y necesitaría unas cuantas horas de refuerzo antes de dar con la solución o soluciones. Y hablo de “soluciones” en plural, porque sí que recuerdo aquellas en las que más de una solución podía ser correcta.

Esto mismo ocurre cuando ponemos en juego variables como nuestra marca personal y las redes sociales. La ecuación entre ambas puede darnos soluciones en positivo y también en negativo, aunque para que sea una u otra tendrán que ir interviniendo otros factores que a continuación mencionaré.

Un buen uso de las redes sociales puede potenciar tu marca personal, dirigiéndola hacia el objetivo que te hayas propuesto y por el cual estás invirtiendo recursos (principalmente tiempo) en construir, llenar de contenidos y publicar en las diferentes redes sociales. Por ejemplo, si tu objetivo es dar la mejor imagen de ti, ser capaz de vender tu marca personal como la de un buen profesional de los Recursos Humanos y hacerte más empleable de cara a empresas que quieran contar con perfiles como el tuyo, tendrás que saber en qué redes sociales participar (LinkedIN, Twitter, Blogger, Wordpress,…) y sobre todo cómo lo vas a hacer (contenido de interés, siguiendo a una red de contactos vinculados con los Recursos Humanos, compartiendo contenido de otros, respondiendo a quienes se dirijan a ti, etc.).

De otra manera, si pretendes conseguir el mismo objetivo del ejemplo, seguramente no utilizarás redes sociales como las arriba indicadas para publicar tu vida, la de tus amigos o cualquier información irrelevante para el público objeto de tu reto, que es el de conseguir mejorar tu empleabilidad en el sector de Recursos Humanos. Si hicieras esto, el resultado de la ecuación sería negativo, pues estarías consiguiendo el efecto totalmente opuesto al esperado. Por lo tanto, si quieres estar presente en redes sociales como Facebook e Instagram, por poner sólo algún ejemplo, lo harás orientando tus publicaciones personales a un público más privado y cercano.

Cualquier red social (todas las mencionadas hasta ahora, por ejemplo) puede ayudarte a alcanzar tu objetivo marcado si su uso se orienta con los mismos criterios a los que antes hacía referencia: contenido interesante para tus seguidores, feedback a quienes opinan o publican información de tu interés o dirigida en exclusiva a ti, etc.


Tienes que recordar siempre que identificar la marca personal y potenciarla no está relacionado con la cantidad (no hace falta estar presente en todas partes, recuerda que las redes sociales no son gratuitas porque el tiempo que a ellas dedicas es muy valioso en tu vida) sino con la calidad de tus publicaciones. Y, por supuesto, aquello que transmitas en el mundo online (el de las redes sociales) tiene que ser consecuente con lo que realmente transmites y haces en el mundo offline o real.

Estas variables, tenidas en consideración, te van a ayudar a expandir tu marca personal con mayor rapidez, enseñando al mundo lo que haces. Pero del mismo modo, su mala gestión podría destrozar la imagen que los demás tienen de ti. 

lunes, 23 de mayo de 2016

La verdadera definición de la palabra "Riqueza"

Hoy he buscado en el diccionario la palabra “Rico/a” y como primera acepción he encontrado la siguiente:

1. adj. “Adinerado, hacendado o acaudalado”

No contento con la definición he buscado la palabra “Riqueza”:

1. f. “Abundancia de bienes y cosas preciosas”

...y como aún me he quedado menos conforme, me permito escribir la siguiente reflexión.

Cuando sólo se habla de riqueza en términos económicos me pongo enfermo. ¿De verdad se sigue pensando que ser rico es sinónimo de tener mucho dinero? Os voy a demostrar que eso no es siempre así.

En mi entorno profesional estoy cansado de ver ejecutivos septuagenarios que ostentan cierto poder dentro de las organizaciones y, aun no siendo los propietarios del negocio, siguen trabajando a pesar de su avanzada edad. No cabe duda de que personas que llevan prácticamente medio siglo en activo están cobrando sueldos muy elevados comparado con los salarios cutres que la mayoría tenemos hoy en día, pero sus ansias de seguir cobrando sueldos de futbolista al final de cada ejercicio les impide retirarse y dejar paso a las nuevas generaciones.

Me imagino la vida de estas personas con apenas unas horas libres al día; las justas para cenar, mientras piensan en la agenda del día siguiente quedándose dormidos en el somientras ven las noticias. Cuando llegan las vacaciones, si es que las disfrutan al completo, estarán en la piscina de un hotel en bañador y con el teléfono corporativo atendiendo cualquier llamada y pendientes de lo que ocurre en sus empresas, pensando que sin ellos éstas se van a ir al traste.

Cuando un susto cardíaco o cuando sus cuerpos dicen basta y la vida les invita a abandonar la burbuja profesional en la que han estado viviendo durante tantos años, se encuentran que no saben hacer prácticamente nada en casa, en la calle, con ¿amigos?... Algunos de ellos caen realmente enfermos, otros directamente dicen adiós a este mundo y otros pocos consiguen salir de ese pozo para comenzar a vivir, dándose cuenta que tienen una gran riqueza cada vez que echan un vistazo a sus cuentas bancarias y a sus acciones, pero que en realidad son mucho más pobres de lo que nunca pudieron imaginar.

Apenas les queda tiempo, el poco que les queda no saben cómo disfrutarlo, se dan cuenta de que la vida se les ha pasado y que ya es imposible volver atrás. Sólo les queda reconocer que fueron muy ricos, como lo somos la mayoría cuando somos personas jóvenes y vitales, pero no supieron darse cuenta a tiempo que la riqueza disminuye cada día que pasa. Sólo les queda entender que se equivocaron al escoger la definición de la palabra “riqueza”. Se quedaron anclados con la definición literal del diccionario.

Y ahora, ¿puedes pensar en riqueza de otra manera? ¡Yo lo tengo muy claro! Cierto es que existen unos mínimos económicos que nos deben permitir satisfacer nuestras necesidades básicas. Los sobreingresos económicos a costa de la inversión de nuestro tiempo sólo nos van a hacer ser los más ricos en nuestra muerte, pero nos quedaremos muy lejos de haber sido ricos durante la vida, pues no habremos sabido aprovecharla a pesar de haber tenido la gran oportunidad de hacerlo.



lunes, 9 de mayo de 2016

La negación, la incertidumbre y la asertividad, ¿con cuál te quedas?


Ante la negativa hacia una propuesta, invitación o petición existen tres maneras diferentes de responder:

1. Decir “no”, es la manera que suelen utilizar las personas poco empáticas y con habilidades sociales poco desarrolladas. Es una forma un tanto brusca (y en ocasiones maleducada) de rechazar algo a nuestro interlocutor.
2. Decir “sí, pero no”, utilizado por aquellas personas que no quieren quedar del todo mal y camuflan su negativa de una manera poco habilidosa, dejando en duda y bajo libre interpretación al que recibe esa respuesta. Al final, este tipo de reacción suele llevar a confusiones, malinterpretaciones y generación de malestar en ambas partes.
3. Decir “no” sin decir “no”, sería lo que define mejor la respuesta asertiva. Ésta es la que permite a la persona expresar oposición, combinando componentes verbales y no verbales, de la manera más efectiva posible. Sería una forma clara de negativa, que no tiene posibilidad de dudas, pero en la que las habilidades del emisor neutralizan o suavizan el impacto hacia el receptor.

Y me pregunto yo, ¿tanto cuesta esto?

Supongamos un ejemplo sobre un proceso de selección en el que un entrevistador da cierre a la entrevista de trabajo con el candidato:
  • Caso 1. “…, muy bien Pedro, hasta aquí la entrevista. Siento comunicarte que no vas a cubrir el puesto vacante porque no te adaptas al perfil que estamos buscando”
  • Caso 2. “…, muy bien Pedro, hasta aquí la entrevista. Tendremos en cuenta tu solicitud y te mantendremos informado de la decisión tomada al respecto”
  • Caso 3. “…, muy bien Pedro, hasta aquí la entrevista. Agradecerte el interés y comentarte que para este proceso se busca una experiencia mucho más focalizada en estos puntos y en tu caso no es así, pero de todos modos no te preocupes porque esta entrevista me ayuda a conocerte y poder tenerte en cuenta para próximos procesos vacantes que puedan surgir”

En el Caso 1 está claro lo que se pretende expresar y no hace falta entrar en el detalle del poco tacto que el entrevistador ha tenido con Pedro.

El Caso 2 es el típico en el que se le dice “sí, te tendré en cuenta” y el candidato se marcha con la idea de que tarde o temprano le llamarán para continuar el proceso iniciado, pero en realidad esa llamada nunca llega. Con la seguridad que le transmitió el entrevistador, decide ponerse en contacto de nuevo y, por segunda vez, se le dice que el proceso sigue abierto y que se le mantendrá informado de la evolución (un segundo “sí, pero no” que retroalimenta al anterior)… y así podríamos seguir con un tercero y un cuarto hasta agotar el interés del candidato, habiéndole generado frustración e impotencia a la vez que al entrevistador le habrá generado molestia al recibir esas llamadas y no saber cómo salir de ellas, aunque está claro que él es el principal responsable de este proceso de comunicación fallido.

En el Caso 3 la asertividad adquiere un papel fundamental. El entrevistador le deja claro al candidato que no se le va a tener en cuenta en ese proceso, disipando cualquier duda y esperanza que éste pudiera tener al respecto. A pesar de esta negativa, se le deja abierta la puerta a otros procesos futuros. Se podrían usar muchos otros argumentos asertivos (“no te preocupes Pedro, sigue buscando que tienes mucho potencial y es la persistencia la que te llevará al objetivo buscado”, “tienes muy buenas cualidades para esto, por lo que cuando hayas adquirido un poco más de experiencia vuelve a ponerte en contacto conmigo”, etc.), pero en todas ellas el “no” va acompañado de habilidades empáticas que facilitan el entendimiento y el éxito del proceso de comunicación.

¿Qué más puedo decir?, ¡sobran más palabras!