martes, 9 de agosto de 2016

¿Vamos a trabajar o vamos a La Guardería?

Hace unas semanas bromeaba con unos compañeros de trabajo sobre la realidad existente en muchas empresas en las que no existe ningún tipo de seguimiento, refuerzo ni apoyo a los trabajadores por parte de sus responsables y directivos. El ritmo de trabajo está presente debido a la inercia de unos trabajadores ya experimentados que funcionan más por rutina que por motivación e interés en lo que realmente hacen. Esta pérdida de interés y motivación no nace de la noche al día, sino que se fragua por la dejación de quienes están ahí con la responsabilidad de mantener vivo el espíritu luchador y trabajador que cualquier empleado debe tener para desempeñar correctamente su tarea. Son, en definitiva, empresas en las que los empleados se vuelven bebés, preescolares acostumbrados a hacer lo que les pide el cuerpo y sin una guía que les permita madurar primero como personas y, segundo, todas juntas evolucionar como organización competente. Son lugares de trabajo en los que no existen responsables que den sentido a lo que hacen los empleados, que recompensen el esfuerzo o que corrijan los errores que sus equipos puedan cometer. 

Miento. Les corrigen, eso sí… porque es ahí cuando se pone de manifiesto que los galones existen, que a esas personas en su día se les dieron alas y consignas para actuar cuando las cosas se hicieran mal. ¿Les indicarían también que hay que felicitar más de lo que se corrige?, ummm creo que no.

Ser jefe no es muy difícil, por recomendación de otro jefe, por veteranía en la empresa, por hacerse ver y salir siempre en las fotos… al final muchas de estas estrategias pueden ayudarte a ser jefe. Pero lo que sí es más complicado es ser líder, porque tener madera de líder implica una serie de conductas que no se enseñan o, que se pueden enseñar, pero no sirven de nada si no se llevan a la práctica desde el primer momento hasta que acaben por formar parte de uno mismo y de un modo inconsciente, siendo el grupo quien confirme y apruebe que lo ha conseguido, o no, en función de la aceptación o rechazo que le transmitan.

Para mantener a un equipo de empleados motivado no únicamente hay que pagarles un buen sueldo o felicitarles el día de su cumpleaños; para motivar a las personas hay que saber implicarles en el día a día, en los proyectos, en las decisiones, en las duras y en las maduras. Hay que conseguir que vean que se les tiene en cuenta, que sus aportaciones suman al grupo y que sus peticiones individuales serán respondidas según sea el grado de implicación gradual que demuestren. Para ello, corregir comportamientos es importantísimo, porque por desconocimiento o despiste se pueden hacer cosas mal, pero felicitar por el trabajo bien hecho es primordial, porque es la única manera de que los bebés repitan conductas, se impliquen en mejorarlas y en definitiva sean capaces de sorprendernos con su creatividad, capacidad y talento convirtiéndose en adultos laborales comprometidos y en continuo desarrollo. 

Todo lo que no sea eso, se convierte en una “awkward companyen pleno siglo XXI (empresa extraña, como dirían los ingleses) a la que de manera graciosa mis compañeros y yo hemos bautizado como “La Guardería”.

Companys, va per vosaltres!! ;-)




lunes, 1 de agosto de 2016

¿Puede hacer cualquiera una entrevista de trabajo?

Obvio que no, pero por desgracia existen casos en los que esto es así. Cuando alguien no cualificado realiza una entrevista de trabajo, el mal mayor que puede ocasionar es contratar a alguien que no se adapta a las necesidades de la empresa o dejar de contratar a alguien que podría haber tenido un buen desarrollo profesional. Esto también le puede ocurrir a un profesional de los recursos humanos, pero se reducen considerablemente las posibilidades de fracaso en la decisión tomada.

Ni todo psicólogo por haber estudiado psicología está preparado para hacer entrevistas ni todo no psicólogo por el hecho de no haberse licenciado en la especialidad tiene vetada la oportunidad de ser algún día entrevistador. Pero sí que existen unos mínimos, unas predisposiciones que prácticamente la gran mayoría de los que en su día decidimos estudiar psicología suponíamos tener en nuestra personalidad y en nuestra forma de obrar.

¿Alguien que no ha estudiado medicina puede coger un bisturí para abrir a un paciente y coserle después? Poder puede, pero no debe. Lo mismo ocurre con el que se pone delante de un candidato para hacerle una entrevista. Es evidente que no se pone en riesgo la vida de la persona en este segundo caso, pero hago uso de esta comparación para que entendamos que sí se ponen en riesgo muchos aspectos por ejercer una mala praxis.

Ciertas habilidades como la empatía, la escucha activa, la capacidad de anticipación, la observación o la misma inteligencia emocional deben estar presentes en cualquier proceso de evaluación que se quiera llevar a cabo. Pero eso no es todo, el entrevistador debe haber hecho un profundo trabajo previo en cuanto a sus “autos” se refiere:
  • Autoconocimiento y autocrítica. Es decir, reconocer y percibir sus limitaciones para ser lo más objetivo posible a la hora de evaluar al que tiene enfrente.
  • Autoestima. Una persona que no se quiere a sí misma, que no cuida de su propio ser, ¿qué tipo de consideraciones puede tener hacia los demás?
  • Autoconfianza. El saber que tienes ciertas habilidades para ponerte en el rol de entrevistador no es suficiente; antes debes creer que lo puedes hacer y que lo puedes hacer bien. Sin esa seguridad personal tampoco llegamos a ningún sitio.
En esta vida todo se puede aprender, pero hay ciertas cosas que requieren más tiempo y práctica que otras, además de ciertas habilidades, en ocasiones innatas, que te hacen ser apto para desempeñar una función determinada. Si no fuera así, todos los jugadores de fútbol podrían ser como Messi.

El “ojo clínico” que tiene un buen entrevistador no le fue regalado con el título de Licenciatura en Psicología, pero tampoco lo posee cualquier persona por el simple hecho de estudiar un patrón de entrevista laboral y ponerlo en práctica. Por lo tanto, me ratifico en que cualquiera NO puede hacer una entrevista de trabajo.