miércoles, 14 de septiembre de 2016

Cómo gestionar la resistencia al cambio de nuestros equipos

En cualquier faceta de la vida el progreso está necesariamente acompañado del cambio. La propia naturaleza así lo hace: una semilla sufre un cambio del cual resulta un brote; el brote sufre otro cambio del que surge una planta; la planta sufre otro cambio hasta que da un fruto, el cual a su vez va cambiando. Igual los animales, incluso lo inerte también cambia ¿o acaso la Tierra es igual ahora que hace un millón de años y será igual que de aquí a otro millón? Sin duda, para evolucionar, el cambio debe estar presente. O al menos, podemos afirmar que sin cambio es imposible que haya evolución.

Hablando de las organizaciones ocurre exactamente lo mismo. Para que una empresa nazca, llegue a ser competitiva en el mercado y consiga mantenerse por tiempo hasta llegar a morir dignamente, o reformularse y reconvertirse en otra unidad de negocio adaptada al momento actual, deben producirse cambios (tecnológicos, culturales, de estructura, etc). Pero los cambios organizacionales son procesos complejos que requieren una voluntad decidida y compartida por parte de sus máximos responsables, además de una comunicación transparente y continua a todo el equipo humano de la empresa.

El cambio implica desaprender para aprender, para hacer las cosas de otra manera y sobrepasar aquello que tanto se dice y se repite equivocadamente en todos lados “si funciona, ¿para qué lo vamos a cambiar?

En general las personas nos resistimos al cambio cuando:

  • No conocemos en qué consiste
  • No entendemos el porqué es necesario cambiar
  • Desconfiamos en la finalidad del cambio (qué estará ocultando la empresa y cuál será realmente su objetivo final)
  • Pensamos que tendremos dificultades a título individual para adaptarnos al cambio que se quiere hacer

Para solventar estos motivos de resistencia al cambio, la empresa debe dar información antes, durante y después de cualquier cambio que quiera imponer. Los jefes deben actuar como líderes que refuerzan a sus plantillas, que les resuelven cualquier duda, que les dan confianza y les refuerzan y reconocen sus esfuerzos por la adaptación. La formación e información se hace por lo tanto imprescindible.

Además, siempre que sea posible se debe involucrar a los empleados en el propio proceso de formulación de cambio. Las reuniones de trabajo que incluyan a responsables y empleados permiten consensuar metas y objetivos a llevar a cabo en el proceso de cambio. A veces, para establecer estos objetivos (que deben ser medibles, claros, alcanzables, retadores y realistas), la participación en esa hoja de ruta va a permitir a cada uno considerar el objetivo como propio y, de este modo, llevarlo a la ejecución con mayor precisión y motivación. 

Para finalizar, sólo recordar que nunca debemos olvidar que los cambios organizacionales a menudo fracasan debido a que no se lleva a cabo correctamente una estrategia de comunicación.

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