jueves, 12 de abril de 2018

ABRIL: Coco me lleva a recordar un acto de bondad en México

Recientemente, se estrenó en la gran pantalla la película animada Coco, inspirada en la festividad mexicana del Día de los Muertos y ganadora de dos Premios Óscar como Mejor película animada y como Mejor canción original "Recuérdame".
Estados Unidos de México, como oficialmente se le llama, es el destino que elijo para este mes de abril. Con una superficie de casi 2 millones de km2 y con una población de 124 millones de habitantes, México tiene una historia que se remonta a más de 14.000 años de antigüedad, de cuyas civilizaciones nos ha llegado una admirable herencia: arquitectura, recetas culinarias, dialectos, costumbres y tradiciones, como la propia en la que se ambienta la película Coco.
En el año 2010, año en el que por cierto se celebraba el bicentenario de la independencia de México de la dominación española, fui a visitar parte de algunos de sus magníficos estados: concretamente, Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Yucatán y Quintana Roo.

La película Coco y su protagonista, Miguel, me hicieron recordar este viaje y revivir algunos de sus magníficos momentos. Ver a Miguel corretear por las calles de su pueblo, que personalmente me recordó muchísimo a la ciudad de Guanajuato, me hizo rememorar un momento que viví allí apenas pocas horas después de haber aterrizado en el país azteca.


Teatro Juárez de Guanajuato


Aquí estoy yo a lo Miguel en la película "Coco"

Estando sentado en un banco de una pequeña plaza de Guanajuato, rodeado de música, gente paseando y un clima estupendo, se nos acercó una niña, muy probablemente de la edad de Miguel, ofreciéndonos unas pulseras de hilo hechas a mano. Mi amigo y yo, que en ese momento no llevábamos dinero, nos quedamos mirando las pulseras, pero tuvimos que decirle a la niña que no podíamos comprarlas porque no llevábamos encima ni un solo peso.
¿Podéis imaginar cómo sigue la historia si os digo que este mes os hablaré de la pureza de la bondad en los niños?. Jean-Jacques Rousseau, filósofo suizo, ya en el siglo XVIII dijo aquella famosa frase de “El hombre es bueno por naturaleza”. Y estoy totalmente de acuerdo con este pensamiento. El ser humano no nace malo, se hace y acaba actuando mal porque hay una sociedad que le corrompe y le empuja a ello.
Aquella niña, llena de bondad, cuyo objetivo único era sacar unos pesos para ayudar a su familia (muy probablemente de clase humilde), prefirió actuar con su emoción y regalarnos una pulsera a cada uno. Seguramente, si lo hubiera pensado desde la parte más racional visualizaría a su padre o madre echándole bronca por estar regalando a cambio de nada el producto que le debía estar dando dinero. Empujada por nuestra admiración al trabajo manual, por nuestra intención de haberle comprado alguna pulsera en caso de llevar unas monedas, o quién sabe por qué, la niña decidió actuar en contra de su objetivo y a favor de sus principios, con su parte más emocional. Del mismo modo que en Coco hace Miguel, un niño que impulsado por su corazón y por su amor a la música, se siente presionado por su familia para que olvide su tan amada pasión. (No quiero explicar más para no hacer un spoiler). En definitiva, nos vimos prácticamente obligados a decidirnos por un par de aquellas pulseras, después de decirle varias veces que no podíamos aceptar el regalo. Aún recuerdo aquella mirada que iba poniéndose triste cuando veía rechazado su ofrecimiento; mirada triste que se tornó en una amable sonrisa cuando le agradecimos aquel valioso detalle, por el contenido emocional que representaba.
Aquel regalo adornó mi tobillo durante aproximadamente 2 años
La bondad es un valor que refleja la esencia del ser humano. Mantenerla con tal pureza durante toda la vida de las personas es prácticamente imposible, pues se ve afectada por malas experiencias, por imitación de los referentes, por malos hábitos… Por ello, es muy importante fomentar este valor humano a los niños, básicamente dando ejemplo desde la familia y la escuela, premiando por todo aquello que se hace bien (compartir juguetes, saludar a una persona…) y corrigiendo por todo lo que no se haga correctamente (dejar desordenada la habitación, no ayudar en las tareas del hogar, no ofrecer el asiento a un anciano…). Si queremos sociedades mejores no las dejemos en manos de los más pequeños. Es cosa de todos y es importante que a cualquier edad y desde cualquier posición se apueste por las buenas prácticas.

Nunca podré olvidar esta experiencia en Guanajuato, este viaje a México, que además coincidió con los últimos días de un mes de octubre, cuando todo un país estaba preparando una de sus fiestas más importantes: el Día de los Muertos. Toda una población volcada en la construcción de altares en honor a sus seres queridos, catrinas en todos los escaparates, calaveras de azúcar en cualquier tienda o parada callejera y campos llenos de cempasúchil o flor de muertos, llamada así por utilizarse en el adorno de tumbas y altares. Un escenario mágico del que espero volver a disfrutar en un futuro y que gracias a Coco he podido recordar casi 8 años después del viaje.

"Recuérdame hoy me tengo que ir mi amor
Recuérdame, no llores por favor
Te llevo en mi corazón y cerca me tendrás
A solas yo te cantaré soñando en regresar..."

Cempasúchil, junto a la Laguna de Atotonilco (Villa Corona - Jalisco)
Adorno de papel picado en las calles de Guanajuato, recuerdan el inicio de la película de dibujos animados

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